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¿A qué normalidad la Iglesia anhela regresar?

Foto del escritor: Roy SotoRoy Soto

En el ámbito cristiano, hay una preocupación muy grande por la Nueva Realidad de la Iglesia Post Pandemia, los líderes de todas las iglesias están en este momento navegando en estas impetuosas aguas de incertidumbres. Están ansiosos, es más, desesperados, de que las iglesias sean abiertas para comenzar sus operaciones eclesiásticas en apego a sus estándares de normalidad.

Pero ante este deseo ardiente de volver a la normalidad, y siendo la Iglesia una continuidad histórica, me pregunto: ¿La Iglesia y los creyentes han vivido antes tiempos de normalidad? ¿Qué dicen las escrituras? Veamos:

La iglesia nunca ha vivido en nueva normalidad, no nació para vivir en medio de tiempos de bonanzas ni gozar de privilegios. Las Escrituras y, más específicamente, el Nuevo Testamento, presenta con crudeza las duras pruebas por las cuales ella y sus creyentes tendrían que pasar.

· Jesús dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.” (Juan 16, 33).

No ofreció a sus seguidores villas ni castillos, tampoco ubicarlos en posiciones privilegiadas dentro del imperio Romano; ni que dejarían de ser perseguidos, mucho menos que su estatus social cambiaría de pobre a rico; al contrario les advirtió:

· “Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará.” (Mateo 16, 25).

A los que se acercaban a él, tratando de buscar algún beneficio material o personal, los enfrentó duramente diciéndoles:

· “Las zorras tienen guaridas, y las aves de los cielos nidos; mas el Hijo del Hombre no tiene dónde recostar la cabeza.” (Lucas 9, 58).

Jesús tampoco vivió dentro de la normalidad que la gente anhela: riquezas, casas, comodidades, estatus, poder material y vanagloria. Vivió dentro de la normalidad que implicaba su misión: rechazo, desprecio, humillación, traición, tortura y crucifixión.

No hay momentos señalados en Las Escrituras en los que encontremos a Jesús organizando fiestas o un campamento para compartir con sus discípulos, su misión no se lo permitía, vivía una normalidad opuesta a la que el mundo conoce. Su sentido de misión era tan urgente que se negó privilegios, con tal de maximizar su pasantía terrenal. “Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Juan 5: 17).

¿Qué pasó con la Iglesia y su normalidad después de la ascensión de Jesús?

· Después de esto, la iglesia entró en una fase más crítica de persecuciones, torturas, cárceles y muerte.

· Y echándole fuera de la ciudad, le apedrearon; y los testigos pusieron sus ropas a los pies de un joven que se llamaba Saulo. Y apedreaban a Esteban, mientras él invocaba y decía: Señor Jesús, recibe mi espíritu. (Hechos 7: 58 y 59).

· Esteban fue muerto, y no por declararse en rebeldía ni por violar las medidas de las autoridades, fue muerto después de pronunciar un imponente discurso en defensa de su fe, que hizo temblar a los religiosos del momento. Esa fue su normalidad.

· La persecución fue el látigo que despertó en los discípulos una pasión por llevar el evangelio a todas partes. No perdían el tiempo entre las sinagogas ni en los templos, eran impetuosos al comunicar el evangelio. Su radio de acción eran las calles.

· Y Saulo asolaba la iglesia, y entrando casa por casa, arrastraba a hombres y a mujeres, y los entregaba en la cárcel. Pero los que fueron esparcidos iban por todas partes anunciando el evangelio. Entonces Felipe, descendiendo a la ciudad de Samaria, les predicaba a Cristo. (Hechos 8, 3-5). Esta era su normalidad.

· Aún los gobernantes sentían placer en maltratar y matar a todo aquel que confesara seguir a Jesús. Hoy los cristianos se venden a gobiernos por puestos políticos y beneficios narcisistas.

El verdadero Apóstol Pablo, después de su encuentro con Jesús, también vivió la normalidad de lo que implicaba seguir a Cristo, muy distinta a la que viven los que se han endosado falsamente su título de “apóstoles”. Apedreado en muchas oportunidades, perseguido, torturado, abandonado, y teniendo como lugar de habitación las frías celdas de una cárcel, estuvo casi muerto. Muchas de sus cartas fueron escritas allí, en medio de grandes pruebas para inspirar el ánimo de sus hermanos a seguir confiando en Cristo, como por ejemplo, las de Filipenses, Colosenses, entre otras.

En la actualidad, ¿cuál es la normalidad que viven nuestros hermanos que están siendo decapitados y torturados en el mundo a manos de los extremistas religiosos? ¿Qué normalidad anhela la Iglesia? ¿Es la normalidad para un grupo privilegiado que desea con ansiedad tiempos de bonanzas y prosperidad para la Iglesia, que los cultos les permita volver a los beneficios económicos y al protagonismo mesiánico?

La iglesia no nació para el lucro ni las comodidades. Estaba muy claro en el propósito de Dios que tendría que caminar bajo el sol inclemente del desierto, ser desgarrada por fieras. Todos los discípulos de Jesús murieron de la forma más atroz que pueda experimentar cualquier ser humano. Ese fue su premio, esa fue su normalidad.

Los creyentes en Cristo siempre hemos sido los desechados de la gente, los excluidos de posiciones relevantes en puestos públicos, los marginados. Hemos sufrido los mismos embates que puede padecer otra persona, nos enfermamos y morimos. No digo que sea pecado disfrutar equilibradamente de cosas materiales, pero que esto no nos quite el enfoque de nuestra misión y nuestras convicciones. Y sobre todo tener presente la verdad teológica del sufrimiento, ante la cual muchos huyen, pero el evangelio esta plagado de esta vivencia transformadora.


El mundo nos desprecia por nuestras creencias y principios, porque hemos decidido no aceptar sus ofertas y seguir a Cristo, no para lograr fama poder y gloria temporal, sino porque luchamos por un mundo mejor, donde reine la justicia.

El propósito de este artículo, junto con mis oraciones, es que anhelemos la normalidad que el evangelio nos ha heredado, sin conmiseraciones ni victimizaciones, para vivir con gozo en medio del quebranto y disfrutar los tiempos de escasez, al igual que los tiempos de bonanza.

Tus observaciones me ayudan a mejorar mir artículos y, al compartirlos fortaleces nuestra misión

 
 
 

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4 Comments


Rosauris Mojica
Rosauris Mojica
Oct 10, 2020

La nueva normalidad que debemos querer ,es seguir con más fe predicando y enseñando la palabra de Dios a aquellos que no la conocen.

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Jaime Lazaro
Jaime Lazaro
Sep 23, 2020

Es cierto. Probablemente la “normalidad “, es decir la calma, la tranquilidad, la seguridad y la rutina no son las vivencias que nos acompañan cuando con negación a nosotros mismos, expresamos los frutos del Espiritu Santo.

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Jorge Madrigal
Jorge Madrigal
Sep 22, 2020

No hay "normalidad" para el discípulo de Cristo. Para el cristiano acomodado a la ideología imperante de un concepto consumista, mercadotecnológico, sí que lo hay. Mas para el discípulo abrazado a la cruz, no la hay.

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Tomás Morales
Tomás Morales
Sep 22, 2020

Nos hemos vuelto iglesias "victoriosas" iglesias que no quieren salir de su espacio de confort, oramos: "Señor te pedimos que bendigas a los huérfanos, las viudas, los desamparados" pero no queremos ser parte de esta oración, y tristemente quizá complementaríamos la oración así: "pero que lo haga otra persona, porque yo no tengo tiempo"...

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