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El subversivo Jesús, con una Iglesia pasiva y tímida

No me imagino a un seguidor budista vistiendo ropa deportiva en su templo, mucho menos visualizo a un extremista islámico colgando una estrella de David en su pecho. Por supuesto que esto nunca sucederá, sería una aberración y contradicción total.


En relación a la Iglesia y sus creyentes (no todos) en sus formas de ser y actuar, parecen ser absolutamente otra cosa de lo que Jesús, su fundador fue, son un híbrido de practicas, filosofías, relativismos y fundamentalismos, entre muchas acciones que en poco reflejan al Jesús histórico de Los cuatro Evangelios.

¿Cuáles serán las razones de ese desapego o falta de coherencia? Posiblemente una de ella es que Jesús fue demasiado subversivo, anticuado, fuera de moda, rompió todos los esquemas religiosos, violentó las prácticas mas fundamentalistas y religiosas, con el único propósito de acercarse a los mas vulnerables, enfermos y marginados. Y ante este ejemplo mucho de la Iglesia se intimida y limita. Ser seguidores de Jesús implica ser como El.


Es con base en esta forma de ser Jesús que debería desprenderse toda nuestra labor misional o eclesial. Jesús es sorprendente, recordemos estos ejemplos; cura enfermos, toca leprosos, encuentra publicanos y gentes de todas clases. Perdona los pecados. Llama como discípulos a gente sencilla, pescadores de manos callosas de la orilla del lago de Galilea, o a gente considerada poco recomendable, pero que él juzga de otra manera. Y entre sus discípulos que el evangelio llama con mucho gusto "esos que siguen a Jesús"- también hay mujeres (Lc 8, 1-3).

Con total libertad, Jesús, el profeta de Galilea, vivió sin tabúes, lo que molesto profundamente, basto poco tiempo para que la gente del templo de Jerusalén y los escribas, los expertos de la Ley, le acusaran de blasfemo, para lo cual según los términos de la Ley se castigaría con la muerte. Comía y bebía con los pecadores, hablaba con mujeres cuestionadas como la Samaritana, visitaba la casa de los corruptos como Zaqueo.


Confrontaba con autoridad las atrocidades, abusos, engaños, manipulaciones de los Sacerdotes, de quienes debían guiar al pueblo a Dios, fue contundente en su rol profético y nunca le importo las consecuencias.

Por todo lo anterior, afirmo que Jesús fue un rompe paradigmas, un revolucionario que con su ejemplo y proclamación dejó establecido el modelo, las maneras en que sus seguidores debían imitarlo.

Tristemente, son demasiados los lugares donde la religión cristiana ha relegado, u olvidado por completo el mensaje disruptivo de Jesús, en muchos casos durante varios siglos. En lugar de enfocarse en la venida del reino de Dios a la tierra, la religión cristiana ha optado por el escapismo de abandonar la tierra por irse al cielo.

A sus miembros casi siempre se les olvidan las enseñanzas de Jesús acerca de fomentar la paz, dar la otra mejilla y cruzar fronteras para servir a quienes consideran «<forasteros». En lugar de ello hemos iniciado o bautizado guerras, hemos perpetuado el racismo y defendido un estado de cosas injustas.


Hemos traicionado el mensaje del reino de Dios como una realidad disponible para todos, empezando por los pequeños, los últimos y los perdidos, y hemos llegado a creer y enseñar por el contrario que el reino de Dios está reservado para la élite, empezando por los correctos, los limpios y los poderosos. Hemos politizado el mensaje y su efectos. Nos hemos enfocado en la culpa y el dinero, el poder y el temor, el control y el estatus, no en el servicio y el amor, la justicia y la misericordia, la humildad y la esperanza. Francamente, nuestro mensajes y vivencia en muchos sentidos es una absoluta contradicción.


El Jesús mismo dijo que esto sucedería. Él anticipó que sus seguidores se enfriarían en su entusiasmo y se desviarían de su mensaje. Les advirtió que no escondieran su luz ni permitieran que su sal perdiera el sabor, pues si lo hacían iban a ser «hollados» ( Mateo 5.13). Les prometió que, si decían las palabras correctas sin vivir realmente conforme al reino de Dios, si eran como árboles llenos de hojas sin dar fruto reflejado en obras, si dejaban de amarse de verdad para volverse jueces los unos de los otros, o si empezaban a codiciar el poder y el dinero, su fe carecería de valor y serían reconocidos como un fraude.


En mi trabajo como Pastor y consultor en mis viajes, veo muchas manifestaciones en mucho de la Iglesia de esa religiosidad ajetreada, habladora, maníaca, complaciente, corrupta, humanista, fundamentalista, moralista o monótona sin el corazón del mensaje de Jesús sobre el reino de Dios. Con demasiado temor a correr los riesgos por ir tras el herido, acoger al migrante, comer con el pecador, hospedar al indigente, considera perder dignidad y santidad el ser inclusiva.


Adicional a todo lo anteriormente escrito, percibo que la Iglesia le tiene temor a las consecuencias que puede sufrir si decide salir ser sal y luz de su comunidad, teme las repercusiones a nivel denominacional, a nivel económico, se aterra frente a la demanda de trabajo y la carencia de recursos.


Por todo lo anterior, el desafío que tenemos es salir de esta pasividad, de esta dinámica que nos tiene atrofiados y encapsulados en nuestros saleros (templos), controlados por estructuras de poder y salir a sr y hacer la Iglesia que hace lucir a Jesús y su evangelio de manera coherente.


Este es un tiempo profético para que tú que me lees recobres animo, seas avivado desde tu individualidad o con tu Iglesia, decidan imitar a nuestro Jesús, a ese amigo de los pecadores, al subversivo profeta Galileo, sin importar las consecuencias, el precio, el trabajo, los cambios que se necesitan hacer. ¡No temas, no estarás solo!, Jesús, dijo “Yo estaré con ustedes todos los días hasta el fin del mundo” (Mateo 28:20), este versículo solo aplica para quienes están en la misión.

El Señor proveerá, te traerá las conexiones, los recursos humanos, te equipará con lo necesario, es hora de ser subversivos y romper los paradigmas que nos alejaron del corazón y de la misión de Dios, en el poder del Espíritu Santo.


Sino lo hacemos nosotros que somos la sal y luz ¿Quién lo hará?

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1 Comment


Saludos desde México. Es refrescante encontrar en el camino pensamientos renovados que nos confronten e inciten a romper moldes y paradigmas, que generacionalmemnte se han heredado e impuesto. En lo personal soy desafiado a provocar nuevas formas de hacer iglesia en un desapego al legalismo y formalismo que nos impusieron. Gracias por este mensaje subversivo pero necesario en nuestros tiempos.

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