"Ustedes han convertido mi casa en una cueva de ladrones", fueron las acusadoras palabras de Jesús a los sacerdotes y ministros del templo, referidas en Juan 2:3-17 (TLA) como en los otros tres evangelios.
Esta sentencia hace eco en muchísimos templos y en algunos medios de comunicación denominados cristianos.
Una mirada al pasado evidencia como el templo representaba el centro de culto de los israelitas. Allí oficiaban sacerdotes y se ofrecían los sacrificios expiatorios, mediante la ofrenda de animales. Estos debían ser sin ninguna imperfección física y los sacerdotes se encargaban de aprobarlos. Los que habían sido comprados fuera del templo eran considerados no aptos para el sacrificio. Por supuesto, que eran los sacerdotes quienes disponían de esos animales perfectos, y los vendían en el templo tres o cuatro veces más caros del costo popular.
Las compras solo podían hacerse con las monedas del templo, llamadas siclos, por lo que si los fieles manejaban monedas romanas o griegas, debían cambiarlas primero, oportuna ocasión para robarles una buena cantidad en cada canje.
Con el tiempo, esta situación se convirtió en abuso.
Cientos de reses pululaban por el atrio, en medio de una atmósfera maloliente y atronadora. Este lugar era donde la gente llegaba a dar sus ofrendas de expiación, a manera de un mejor acercamiento con Dios, pero bajo este entorno negociador-estafador y pestilente, ya no se podía.
De acuerdo con esta referencia bíblica, debió ser espectacular ver al Príncipe de la Paz conlátigo en mano echando a los mercaderes del templo. El texto no indica que agrediera físicamente a alguna persona, pero resulta evidente que ocurrieran ciertos daños materiales, en consecuencia, pérdidas de los negocios del día. Al derribar esta mísera profanación, Jesús mostró claramente la razón central de la existencia del templo, es decir, con este hecho se puede apreciar cómo el Señor limpió el templo para que volviera a su objetivo originario.
La Biblia no expresa en absoluto que nunca más volvieran a vender cosas en el templo, sin embargo, este tipo de males ha logrado mantenerse hasta nuestros días. Son muchas las prácticas que algunas iglesias y medios de comunicación cristianos llevan a cabo, en donde el objeto comercial no es precisamente un animal, sino que venden milagros, ¡milagroscanjeados por dinero! Pactos económicos con caducidad de tres meses; ministros impostando sus voces, animando a los sufrientes a entrar en la transacción milagrosa, y así, como una fórmula mágica, sanar sus enfermedades y resolver sus problemas inmediatamente.
Todo esto es un sistema de comercio muy bien pensado. En primer lugar, conocen las necesidades materiales, emocionales y espirituales de la sociedad actual, que gime por ayuda urgente. Ante esto, se preparan los predicadores-motivadores-vendedores, que en el buen uso de sus dotes oratorias, se paran en los “altares”, frente a una cámara de televisión o ante unmicrófono, para vender los milagros a los necesitados. Al igual que los animales que se vendían en el templo, que eran los únicos “puros”, estos farsantes ofrecen objetos o pactos“idóneos” para la permuta milagrosa.
A pesar de esto, muchas personas han podido identificar estos despiadados negocios de la fe, en donde los mercaderes en el atrio los recibieron con su oferta milagrosa del día y actos mercantilistas con olor a estiércol, generando en aquellas repudio y decepción al sentido de la iglesia.
Ante todo este repulsivo panorama, me pregunto, ¿no será necesaria una limpieza de todos estos mercados, con rotulación de templos y medios de comunicación cristianos?, ¿hasta cuándo estos bancos de fe lograrán seguir estafando a los desprotegidos, a los pobres, a quienes sufren enfermedades u otros males, así como también a los ricos?, ¿tendrá Dios alguna reserva de ese celo santo que le sobrecogió en el pasaje bíblico citado de Juan 2:3-17 (TLA) para que vuelva con algún látigo y limpie su casa de estos engañadores?
Estoy seguro que todo este mercantilismo se va a terminar. Dios vendrá y limpiará su templo, para que vuelva a ser su Casa de Oración. Aseará el atrio para que los cojos, ciegos, pobres, ricos, mudos, marginados y todo aquel que tenga necesidad de Él, nunca más encuentre estorbos en su peregrinaje hacia su amor y perdón.
Por lo tanto, ninguna iglesia, organización o medio de comunicación que haga negocios con la fe y el dolor de los demás, no ha tenido ni tendrá un encuentro transformador con Jesús y su mensaje.
Finalmente, les aconsejo que no permitan que les roben su fe. Recuerden que los milagros no se compran, Jesús los dio gratuitos en su cruz; no necesitas de nadie como consultor hacia Dios. Con la muerte de Jesús, se nos dio el libre acceso a su presencia, así que puedes hablar con Él sin necesidad de ninguna transacción engañosa.
¿Eres un negociador de la fe?
Te advierto: Dios regresará, limpiará su casa y tus negocios fracasarán.
Estimado lector, no todo está mal, aún existen iglesias saludables como flores de loto, que no han caído en este pecado de la avaricia. Todo lo contrario, con mucho esfuerzo, honestidad y creatividad, generan recursos con el fin de proclamar el mensaje libre del amor de Jesús a los más necesitados. Si llegas a conocer alguna iglesia como éstas, ofrécele todo tu apoyo y cree en su verdadera fe y práctica cristiana.
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