¿Por qué el pueblo de Dios está en condiciones espirituales vacuas e insustanciales? ¿Por qué hay tanta ignorancia bíblica en personas que llevan años, e incluso décadas, en comunidades de fe?
Muchas congregaciones han entrado en un declive espiritual de tal magnitud, que han convertido al cristianismo en una tradición muerta, que no transforma la vida diaria, no aviva el corazón, y tampoco les lleva a ser testimonios vivientes del mensaje de Jesús. ¿Por qué?
Algo similar ocurrió en tiempos del profeta Oseas, quien da un diagnóstico certero del estado espiritual de Israel. Dios lo juzgó por la falta de sabiduría a su Palabra: “Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento. Por cuanto desechaste el conocimiento, yo te echaré del sacerdocio; y porque olvidaste la ley de tu Dios, también me olvidaré de tus hijos". (Oseas 4:6, RV.1960 )
¿Cómo llegó Israel a esta inopia espiritual? ¿Quién tuvo la culpa? Dios mismo da la respuesta: asigna la responsabilidad a los líderes espirituales de aquella nación. Él había encargado a los sacerdotes la tarea de enseñar al pueblo los estatutos de Jehová, “a discernir entre lo santo y lo profano, y entre lo inmundo y lo limpio" (Lev. 10:10-11 RV. 1960), pero ellos habían fracasado porque menospreciaron el conocimiento, y por eso Dios los expulsó y juzgó a la nación entera.
Esta dolorosa situación hace eco en nuestros días. Muchos invocan el nombre de Dios, pero no viven de acuerdo a su Palabra. Muchos “cristianos” no tienen conocimiento intelectual ni experiencial de Dios. ¿Quiénes son los responsables? Al igual que en los tiempos de Oseas, la responsabilidad recae, en gran medida, sobre los líderes espirituales, cuya misión fundamental se centra en enseñar la Palabra de Dios, pero debido a sus posturas impositivas y tergiversadas, conducen a la iglesia por caminos extraviados.
Las prédicas se han convertido en discursos triunfalistas, en donde lo esencial radica en la satisfacción de todas las necesidades del ser humano, sin que medie ningún solo requisito de obediencia a lo establecido por Dios en su Palabra.
Más bien, se presenta al Creador como el sirviente de las multitudes, quienes les demandan concesión a sus más egoístas anhelos.
Cabe preguntarse, ¿cuáles son las causas de estos discursos faltos de contenido bíblico?
1-Falta de preparación teológica: esta realidad he podido comprobarla en mis visitas a muchos países, donde un porcentaje mínimo de pastores tiene formación básica en teología. Esta particularidad ha generado que el ministro realice interpretaciones bíblicas descontextualizadas o erróneas, y sea la congregación quien padezca las consecuencias de esta falta grave.
2- Irrespeto al texto sagrado: interpretar la Biblia desde un enfoque estrictamente personal constituye una transgresión a la autoridad y el poder de Dios. Muchos comunicadores bíblicos centran sus discursos en ideas propias, con lo cual impactan negativamente a la iglesia al imponer su visión alejada del verdadero mensaje Divino.
3- Deseo de fama y poder: muchos ministros incurren en discursos ligeros y vacíos del mensaje Cristocéntrico, tentados en la búsqueda de fama y poder, con el único interés de tener una audiencia muy concurrida que le facilite sus exposiciones, cuya esencia sea más terrenal que inspirada por Dios. Además de tergiversar la Palabra con fines mercantilistas.
De todo lo anterior se desprende la gran urgencia de sanear este maravilloso privilegio de ser comunicadores de la Palabra de Dios. Ofrecer a Cristo como una realidad viva asequible para todos aquellos que escuchan. Esto significa predicar con temor y asombro ante la grandeza de lo que tenemos en Cristo.
Por lo tanto, la exposición bíblica debe darse desde dos transformadoras verdades. Una, el respeto sagrado a la Palabra Divina, sin olvidar que cada letra apunta a Jesús y no a los seres humanos. Otra: el respeto al público quien escuchará y tomará decisiones a partir de tales prédicas.
Al mismo tiempo, realizar prácticas de oración, meditación y contemplación; e integrar herramientas interpretativas mediante el uso de diccionarios bíblicos y libros especializados en esta materia.
La gran demanda que hoy enfrentamos como iglesia es convertir las prédicas en una retórica de fácil comprensión para todos, así como lo hizo Jesús, quien revolucionó la historia de la humanidad al provocar el surgimiento de un movimiento religioso de dimensiones universales, a través de sus enseñanzas simples, a la vez, muy profundas.
¡Es el momento para avivar la Palabra de Dios en nuestras vidas! No solo desde los templos, sino también desde los hogares, escuelas y espacios de trabajo.
Como resultado, tendremos una iglesia saludable, Cristocéntrica y dispuesta a ser la sal y luz que Dios y la sociedad espera.
Nota:
Tus observaciones son motivación para mí y si lo compartes darás mucho más sentido a la misión de este blog. Gracias.
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