¿Has pasado alguna noche despierto lleno de ansiedad y frustración, preocupado por la falta de recursos y no encontrar una salida posible para cubrir las necesidades de las personas en tu congregación o comunidad?
¿Acaso no has cuestionado tu ministerio y te preguntas si debes incorporar técnicas o herramientas del mercado para mejorar la situación económica de tu ministerio?
Cuando observas lo que algunos pastores muestran como resultado de su “éxito ministerial” santuarios lujosos y llenos de gente, luces y sonidos de última generación, abundantes recursos para los distintos programas y uno que otro placentero viaje familiar a un resort con todos los gastos incluidos, sabiendo que son muchos años que no has podido llevar a tu familia a un merecido descanso, todo lo hacen ver tan fácil.
Por supuesto que sabes lo que es adelantarse al amanecer, mirando el cielo raso de tu casa, el cual conoces tanto que podrías describir cuántos agujeros tiene. ¿Eres de los de mi tribu? Estoy seguro que lo eres, apasionado por tu ministerio, visionario, esforzado, buen mayordomo de lo que tienes y por supuesto, haces de la oración y el estudio de la biblia tus anclajes diarios para no tirar la toalla que muchas veces has apuñado con deseos de renunciar.
¿A veces te has sentido impotente de no poder hacer más, de no dar lo necesario y de no materializar la visión que Dios te ha dado? Muchos hemos llegado ante Dios y le hemos golpeado el escritorio, dejando nuestra carta de renuncia enmohecida con lágrimas de frustración. Pero Él nunca la acepta y para nuestro consuelo nos sonríe y recuerda que este peregrinaje es de valientes y de aquellos que saben transformar sus frustraciones en herramientas de trabajo.
¡Hagámoslo Juntos!
Reflexionemos juntos, sobre el significado de la frase anterior: “transformar frustraciones en herramientas de trabajo” ¿Cómo hacerlo si al parecer hemos probado todo y pareciera que nada prosperara? Quiero plantearte algo que llamo: ¡hagámoslo juntos!
Te invito a viajar al contexto bíblico, específicamente al lago de Tiberiades en Betsaida, donde encontramos a Jesús con sus doce discípulos y miles de personas, ubiquémonos en un punto alto desde donde podamos observar y escuchar lo que sucedió en ese milagro de solidaridad e integración.
El milagro de la multiplicación de los panes y los peces es el único milagro de Jesús que se describe en los cuatro evangelios. En los sinópticos Marcos 6:33-46, Mateo 14:13-21 y Lucas 9:10-17 nos describen detalles únicos, pero por razones de tiempo me enfocare en la narración del evangelio según San Juan 6:5-15, en el cual Jesús les pide a sus discípulos que hicieran lo imposible: Darle de comer a una multitud de más de cinco mil personas, un reto que asumo también está pasando en tu ministerio.
«Cuando alzó Jesús los ojos, y vio que había venido a él gran multitud, dijo a Felipe: ¿De dónde compraremos pan para que coman éstos? Pero esto decía para probarle; porque él sabía lo que había de hacer» (Juan 6.5, 6). Cuando Juan describió la concurrencia como una «gran multitud» era en serio. Había cinco mil hombres, más mujeres y niños (Mateo 14.21). Jesús quería alimentar a toda la multitud. ¡Jesús y su extraño sentido de humor!
Los discípulos, por su parte, querían deshacerse de ellos. «Despide a la multitud, para que vayan por las aldeas y compren de comer» (Mateo 14.15). ¿Detectas algo de ansiedad, frustración e impotencia en sus palabras?, ¿Acaso no se parecen a las nuestras?
Sin embargo, a estas alturas en su experiencia con Jesús, habían visto sus milagros, menciono brevemente algunos:
• Sanar a un leproso (Mateo: 8.3).
• Sanar al criado del centurión sin acercarse al lecho del enfermo (Mateo 8:13).
• Sanar a la suegra de Pedro (Mateo 8.15).
• Calmar un mar violento (Mateo 8.26).
• Sanar a un paralítico (Mateo 9.7).
• Sanar a una mujer que había estado enferma por doce años (Mateo 9.22).
• Resucitar a una niña (Mateo 9.25).
• Echar fuera a un espíritu inmundo (Marcos 1.25).
• Sanar a un hombre poseído por demonios en un cementerio (Marcos 5.15).
• Convertir agua en vino (Juan 2.9).
• Sanar a un hombre que había sido paralítico por treinta y ocho años (Juan 5:9).
Jesús pide alimentar la solidaridad en comunidad ante la realidad de muy pocos recursos materiales.
Ser testigos de todos estos milagros, mas la referencia histórica de sus antepasados que fueron alimentados con el maná en el desierto (Éxodo 16:14-16) eran razones precisas para deducir que Jesús tendría otra alternativa, que su pregunta a Felipe era simplemente humor irónico.
Pero no fue así, este milagro debía construirse en comunidad, alguien debía desprenderse de su pan y de su pez. En consecuencia, fue justamente lo que sucedió. Hay quienes se solidarizan sin importar la cantidad, con fe en quien pide el recurso, confiando que los elementos están en las manos correctas; el desprendimiento solidario, los panes, los peces, las multitudes hambrientas y los doce aprendices discípulos. Milagrosamente el alimento fue multiplicado, al punto de que todos quedaron satisfechos y sobraron doce cestas. (Juan 6.10–13).
¿Desde ese lugar que escogiste para ver este evento, logras interpretar que quiero decir?
¡Hagámoslo juntos!
Este es el tiempo de dejar de estar pendientes de lo que otros tienen y el cómo lo obtienen, vamos a enfocarnos en lo que tenemos nuestros panes y peces; también vamos a decidir sanar. Desechemos toda emoción o sentimiento que hayamos dejado enraizar en nuestros corazones producto de nuestras muy honestas frustraciones.
¡Hagámoslo juntos!
En total celebración de la diversidad del cuerpo de Cristo, eso nos complementa, hagamos un inventario de los recursos que tenemos en nuestras iglesias y comunidades, ¡somos ricos! y no lo sabíamos, socialicemos esa información, tejamos experiencias, compartamos nuestros aprendizajes bíblicos y documentemos todos esos contenidos para que ayuden a las siguientes generaciones, juntémonos y profundicemos relaciones significativas lejos de títulos y jerarquías, ¡seamos amigos!
¡Hagámoslo Juntos!
La multitud está hambrienta y desesperada, nos están observando, saben que somos amigos de Jesús, ya conocen su fama, están sentados en sus lugares de dolor, angustia, desesperanza y nos esperan. ¿Lo hacemos juntos?
En consecuencia, seremos más eficaces en la misión (Mateo28:19 y 25:31-40), al estar en esta vivencia no tendremos tiempo para lágrimas de dolor, nos sentiremos acompañados, potenciaremos nuestros ministerios, nos protegeremos del síndrome del llanero solitario, disfrutaremos de lo que hagamos, ya no será más una queja, dormiremos mejor.
¡Que el cielo raso extrañe nuestra dolorosa mirada!
Mostremos al mundo lo que una comunidad de iglesias hermanas puede ser y hacer, sin necesidad de rígidas ni piramidales estructuras, (Juan 13:35), honraremos y daremos gloria a nuestro señor Jesucristo multiplicador por excelencia de la solidaridad.
¿Lo hacemos juntos? Escriba al correo info@roysotoconspiraciones para que iniciemos un movimiento de salidaridad radical desde el Evangelio.
Excelente, me sentí confrontado con esta gran verdad, como el desprendernos de nuestros cinco panes y dos peces desata el milagro.
nuestros panes y nuestros peces en las manos del maestro se hacen suficientes, Dios nos guíe para ver este milagro en nuestras comunidades, saludos cordiales