Una narrativa de espanto, donde la religión ha sido complice, la ley ciega, el sistema permisivo y la mujer cosificada. Un eco desde la Muerte.
Mi muerte fue progresiva, histórica y sistemática.
Me mataron, desde mi hogar de infancia donde me adiestraron para ser la sirvienta de mis hermanos.
Me mataron, cuando permitieron que familiares tocaran mis partes íntimas y ante mi denuncia golpes recibí.
Me asesinaron, en la escuela donde no podía usar otro uniforme que no fueran enaguas, de lo cual muchos se aprovecharon.
Me mataron, al verme como objeto sexual, como una transacción, la cual compraban las hombrías de cuello blanco.
Me asesinaron, cuando me obligó el religioso de la iglesia a soportar maltratos de mi pareja a la espera del milagro...
Me asesinaron, las interpretaciones bíblicas, patriarcales, que instruyeron hombres violentos que me subyugaron como su “vaso frágil”.
Me asesinaron, desde la religión, la que estableció preceptos de separación y con ellos me silenciaron.
Me asesinaron, al valorarme nada más por tener una vagina y dos pechos, dejando de lado mi integralidad.
Acabaron conmigo, al negarme el derecho al estudio, a ejercer mi voto, a tener voz propia.
Fueron matándome, cuando me impusieron responsabilidades laborales iguales a las masculinas, pero para mi mala suerte con salarios de hambre.
La leyes han sido cómplices de los asesinos, ellas dejan impune al culpable y prenden una vela en mi memoria hipócritamente.
Muchas iglesias donde busque refugio, se aprovecharon de mi vulnerabilidad para abusarme de muchas maneras, y por supuesto que ni hablar logre; porque con su biblias mis demandas ahogaron.
Me mataron, con sus discursos sexistas donde el decir ‘ella’ se me invisibiliza. No se trata de una lucha lingüística, se trata de dignidad.
Me asesinaron, al negarme el derecho a elegir la vida que deseo tener.
Me asesinaron, los narcos, el crimen organizado, que vieron en mi cuerpo el vehículo para mover sus mercancías.
Me asesinaron, como castigo social (Lesbicidio), al violarme asumiendo que sintiendo el pene de un hombre seria curada de mi preferencia sexual.
Me asesinaron, con la indiferencia…… al final solo pase por la vida siendo una presea mas de algunas eyaculaciones, siendo la estadística de algunas revistas, siendo la noticia amarillista de algún noticiero, pase por la vida como una memoria de dolor.
No me mató el cobarde que me violo!!!, que me apuñalo!!! o ahorco!!!, ese solo fue un cómplice más de un sistema histórico que forma abusadores y al final los corona como asesinos.
Espero que el Dios que me presentaron, sea el equivocado, y que el verdadero, en mi agonia me haya escuchado y en su regazo me haga descansar.
Según la Oficina de Naciones Unidas para las Mujeres (ONU-MUJERES), 14 de los 25 países con mayor tasa de feminicidios se encuentran en América Latina. De estos países, destacan Honduras, El Salvador, Guatemala y Nicaragua, en los cuales reina la violencia contra la mujer.
Debemos unirnos para impedir usando las instrumentaciones que sean necesarias para impedir que más mujeres sufran y mueran.
Comparte y comenta este artículo como, tú apoyo a la memoria de cientos de mujeres que han sido cobardemente asesinadas.
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